Javier Losada es un músico de larga trayectoria, sobradamente conocido en la industria discográfica desde los años 80. Ha colaborado con muchos artistas de importancia en España, y ha sido pieza fundamental en el mundo de la grabación como productor, arreglista y como compositor y autor. Javier tiene un curriculum que impresiona pero además de sus tareas musicales también está involucrado en asuntos de derechos de propiedad intelectual, desde hace cinco años es miembro de la Junta Directiva y del Consejo De Dirección de la Sociedad General de Autores y Editores y en la actualidad es vicepresidente de la misma por el colegio de autores de música.
El porqué de traer a Javier a esta serie de entrevistas es sorprendente. Tuvo una relación con los Burning muy corta y muy casual, pero nos ha contado una cosa muy interesante sobre su participación en unas sesiones de grabación con Burning. Su trabajo como teclista estaba muy solicitado y muy valorado, había habido una gran evolución tecnológica (sintetizadores y demás) y Losada era infalible en su uso.
Saber de primera mano como son los estudios Sonoland no tiene precio, muchas gracias por tu paciencia y amabilidad, Javier.
Carlos Rodríguez Duque
Javier, ¿cómo conociste a los
Burning? ¿qué relación tuviste con ellos?
“Pues fue corta, la verdad, y de
pura casualidad. Como músico de sesión estaba prácticamente todos los días del
mes en el estudio de grabación donde ellos estaban trabajando en aquel momento,
en la época yo tenía trabajo a todas horas, me llamaban muchos grupos. Casi
siempre estaba en los estudios Sonoland, en la calle Fuentemar de Coslada. En
la planta de arriba estaban las oficinas, alguna sala de programación y de
mastering. Abajo estaban los estudios 1 y 2. El 1 era el estudio grande y el 2
era algo más recogido, y fue allí, en el 2, donde estaban grabando Burning. Nos
juntábamos mucho en la cafetería que había en la planta de arriba de los
estudios donde comíamos y donde pedíamos las copas para las sesiones… había un
trasiego de arriba a abajo de aquellas escaleras de vasos, copas, risas que no
veas. Así que o bien nos encontrábamos en el ascensor o nos cruzábamos por los
pasillos. Yo conocía su nombre, claro, pero ni los conocía en persona ni
tampoco sabía mucho de su música en aquel tiempo.
El caso es que no llegué a tocar
teclados con ellos, lo de aquella sesión fue una cosa puntual de unos coros que
hicimos juntos para alguno de los temas de ‘No mires atrás’. Creo que recordar
que incluso llegué a tocar algún órgano Hammond, es muy probable, pero no estoy
seguro, sinceramente. En la sesión hicimos una especie de ambiente de copas,
eso sí que lo recuerdo perfectamente, porque ¡las teníamos en la mano!”
Los ingenieros de sonido fueron
Miguel de la Vega y Carlos Martos con los que yo trabajaba de forma muy asidua
en aquella época.”
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