Definir
el trabajo de Paco Espínola es harto difícil: mecenas, productor,
periodista, defensor del flamenco, escritor... una especia de humanista artístico, pieza clave en el renacimiento artístico de Burning y que ha tenido a bien responder a un cuestionario para
escríbeloconsangre. Muy agradecidos de verdad, Paco.
Carlos
Rodríguez Duque
Paco,
¿cómo entras en el mundo de la música?
Yo
no entré en el mundo de la música, fue la música quien entró en
mi mundo. Mis padres eran emigrantes andaluces en Mallorca. Tenían
un pick-up Askar pequeño, de esos de plástico con el altavoz en la
tapa, y tres epés (discos singles de cuatro canciones): uno de Pepe
Marchena, otro de La Niña de Antequera y otro de Emilio El Moro.
Sonaban constantemente y yo los odiaba. Luego descubrí que estaba
equivocado. A los diez años me puse a trabajar y poco después me
fui de mi casa para ingresar en un seminario en Guadix. Entre las
asignaturas obligatorias estaban Historia de la Música y Solfeo. Era
el año 67 y los jesuitas tenían un alto nivel intelectual. El cura
que impartía la asignatura nos hizo conocer el flamenco, el jazz, la
música clásica. Tenía un entusiasmo contagioso. Años después
estudié algo de armonía y composición. Pero en realidad en lo que
me licencié fue en Filosofía y Letras y luego en Periodismo.
Con
quince años comencé a trabajar de disc-jockey en la discoteca
Barbarela de Palma de Mallorca, en ese momento una de las más
importantes de Europa. Los discos venían de Londres, algunos recién
publicados, y otros históricos recientes: Jimi Hendrix, Janis
Joplin, The Doors, Led Zeppelin, Jefferson Airplane, Grateful Dead,
Pink Floyd, y los cantantes de la Tamla Motown, que estaban de moda
en ese momento. También pinchaba mucho blues y algo de jazz.
¿Cuándo
y cómo entras en contacto con la música de Burning?
Desde
su primera grabación. Creo que era un single de la serie Gong
titulado “Estoy ardiendo (I’m burning)” de 1974. Me sonaban a
los Rolling Stones españoles de barrio, la recuperación de la
ingenuidad perdida del rocanrol. Hay dos cosas que difícilmente
soportan los puristas del rock: las baladas y las expresiones
anglosajonas traducidas. A Burning sí se les permiten. Sus baladas
resumen lo mejor de la literatura “romántica” (ironía,
distancia, ternura cínica) del rock y el blues; y la utilización de
la expresión “nena” (en inglés: “darling”, “baby”,
etc.) nadie la ha dicho como Pepe o Johnny.
Y
en lo profesional ¿cómo los conoces?
A
mediados de 1990 yo compartía piso con Joaquín Sabina en la calle
Santa Isabel. Un día llamó Pepe Risi para saber si Sabina estaría
interesado en producirle un disco ya que iba a iniciar su carrera en
solitario. Burning, en ese momento, no tenían ni manager ni
compañía. Nadie los quería. Primero, por su fama (falsa) de
broncas, drogatas e informales; segundo, porque musicalmente llevaban
en silencio muchos años. Lo hablé con Sabina, pero él estaba
dedicado a un proyecto suyo y no tenía tiempo. Entonces le planteé
a Pepe que, antes de disolver la banda, hiciesen un recopilatorio en
directo con invitados de primer nivel relacionados con ellos. Le
pareció buena idea y eso hicimos. He de señalar que el álbum doble
que grabamos fue el último de los vinilos del rock español y el
primer cedé. Eso también pertenece a la historia de BMG-Ariola.
No.
Los elegidos ya eran excepcionales y todos se prestaron con
amabilidad y cariño. Rosendo, incluso, la noche del ensayo general,
se desplazó con su coche a comprar bocatas para todos. Loquillo, en
cambio, me decepcionó profundamente.
Paco,
y ¿qué hay de cierto en lo que se dice que Keith Richards se pensó
como invitado? ¿no se llegó a hacer por presupuesto o fue una
leyenda?
Nunca
se pensó en Keith Richards como invitado. Hubiese sido un disparate
a todos los niveles… O no, nunca se sabe. Para mí es uno de los
grandes guitarristas de la historia del rock y sus incursiones en el
blues han sido memorables. Es cierto que un año antes Keith había estado
grabando una maqueta en los estudios de Sonoland, en Madrid, y las
referencias que tuve de las sesiones no facilitarían precisamente la
coherencia y la organización que necesitábamos. Pero, bueno, esto
son tonterías, la verdad es que hubiese sido un puntazo su
participación.
¿Qué
fue del material inédito del disco directo? Por ejemplo, la canción
"Dulces dieciséis" distinta a la del single con la letra
cambiada y decía así: "…en un lugar del barrio un colega en
el mako fue a salir y se quedó... dulces dieciséis".
La
idea de la versión de “Dulces dieciséis” fue mía. Ese año se
cumplía exactamente el tiempo que Burning existía como grupo y me
parecía la guinda del pastel. Le propuse a Pepe que hiciese una
versión en castellano y hablé con la compañía para que fuese el
single promocional, además de un homenaje a Chuck Berry y su “Sweet
Little Sixteen”. Cuando digo “versión” no me refiero a un
calco más o menos afortunado del original sino a una recreación
musical y literaria con la personalidad de Burning. Pero Pepe no tuvo
su día literario ni sintáctico y chorreaba versos como ese: "…en
un lugar del barrio un colega en el mako fue a salir y se quedó”.
En mi condición de cabronazo no podía permitirle a mi Pepe, con lo
listo y bonico que era, que cometiese un “semanticidio” o
asesinato del lenguaje. Le dio vueltas al texto, pero no lo
consiguió. Le dije que no saldría en el disco aunque sí la
grabamos en un ensayo. Pepe, como era muy bueno y muy prudente, no me
dijo nada, aunque sé que le jodió la negativa. Tanto que
organizaron (Pepe y Johnny) un almuerzo conspirativo con Manolo
Cubedo, un ejecutivo de la discográfica, para lanzar el tema más
adelante. Pero no tiene importancia, entendí a Pepe por el cariño
que le tenía, pero no por la calidad de la canción.
¿Cómo
fue el trato con los diferentes miembros del grupo?
Magnífico,
llegué a apreciarlos profundamente. Nos lo pasamos muy bien. Burning
eran muy especiales. Nunca he conocido a nadie tan fanático del rock
como ellos. Rockeros hasta la médula: en sus conversaciones, en sus
gestos, en su vestuario. Como seres humanos eran magníficos:
generosos, cariñosos, solidarios. Por encima de sus disputas
internas y sus egos estaba su proyecto musical.
¿Conociste
a Toño Martín?
No
personalmente. Para mí era un cantante admirable, con una tesitura
de voz que me encantaba y un punto de oscuridad casi de blues. Era el
cantante perfecto para Burning. Se le invitó al concierto, pero no
pudo asistir. Ya estaba muy enfermo
¿Has
seguido en contacto con Burning?
Les
conseguí un manager y una compañía de discos. Luego me volqué en
mi trabajo de periodista que tenía abandonado y a producir discos de
flamenco y de jazz. Actualmente las redes sociales nos han llevado al
amor virtual, que es como el sexo oral, pero por escrito. Los sigo
queriendo mucho, sí.
¿Nos
puedes contar alguna anécdota divertida de algo que te pasara con
ellos?
Todo
era divertido con ellos, tenían un sentido del humor muy espontaneo,
a veces parecían niños que escuchasen palabras secretas como
“caca”, “culo”, “pedo”, “pis”. Algunas de las mezclas
del disco las hicimos en un estudio de la Sierra de Madrid, en enero.
Lógicamente, al acabar las sesiones, los parabrisas de los coches
tenían una capa de hielo casi imposible quitar. Diariamente hablaba
por teléfono con Pepe y le comentaba las incidencias de las mezclas,
una de las veces le referí lo del hielo, me dijo que eso se podía
solucionar restregando una patata contra el cristal. Al día
siguiente compré medio kilo, pero fue insuficiente. Al siguiente
compré dos kilos, las dejé a la entrada del estudio y se
congelaron. Johnny y yo llamamos a Pepe para decirle que estábamos
haciendo una mierda de producción y que cada día nos parecíamos
más a Keith Richards en pleno colocón. A Pepe le dio tal ataque de
risa que creímos que había colgado el teléfono.
¿Y
alguna menos divertida?
Yo
quería que el resultado de la grabación fuese directo-directo, sin
recording, que es como no se hacen los discos en directo en España,
que son casi todos en estudio. Cuando grabamos “¿Qué hace una
chica como tú en un sitio como este?”, el ampli de la guitarra de
Antonio Vega tuvo un problema de conexión y se produjo un ruido
durante todo el tema. Fue imposible solucionarlo en las mezclas
porque Antonio se encontraba enfermo. Lo dejamos tal cual. Con el
paso del tiempo he llegado a encontrarle una explicación estética a
ese “ruido” hasta tomarle cariño.
¿Qué
es de tu carrera artística? ¿Tienes algún proyecto entre manos?
Estoy
creando una compañía de discos, he escrito una ópera para niños y
la estamos ensayando y, simultáneamente, estoy produciendo a una
cantaora y, por otro lado, a un grupo de rhythm and blues… Aparte
de la música soy periodista y colaboro con diferentes medios de
comunicación.
¿A
qué dedica Paco Espínola el tiempo libre?
El
tiempo libre solo aparece en las canciones de José Luis Perales. Los
obreros no sabemos qué es eso.
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